No es la única instancia en donde se usa esta imagen. También en Eclesiastés 12:7 se dice:
Tu cuerpo vino de la tierra, y cuando mueras, regresará a la tierra. Pero tu espíritu vino de Dios y cuando mueras, regresará a Dios.
Ambos pasajes nos recuerdan lo pasajero de este mundo material. Todo se convierte en polvo. O, deberíamos decir, en cenizas.
Las Cenizas
Y es que la ceniza, del latín cinis, deja muy claro este concepto. Al final de cuentas, es lo único dejado tras el paso devorador del fuego. Es polvo de lo que antes estuvo ahí. No por nada se le ha relacionado con la muerte y la caducidad.
Así, “el gesto de cubrirse con ceniza tiene el sentido de reconocer la propia fragilidad y mortalidad, que necesita ser redimida por la misericordia de Dios”.
Sin embargo, también es símbolo de penitencia y humildad. Asimismo, la penitencia se relaciona con la conversión.
Por lo tanto, las cenizas recuerdan la futilidad del mundo material, y del hombre que lo habita. La cruz que forman recuerdan el sacrificio de Jesucristo para liberar al ser humano de ese destino.
Pero también son una invitación para convertirse. Seguir el camino de Cristo y reclamar esa libertad que ha regalado. Dejar de lado lo material, que perecerá, y fijar la mirada en lo espiritual.
O en palabras del Papa Francisco:
“La ligera capa de ceniza que recibiremos es para decirnos, con delicadeza y sinceridad: de tantas cosas que tienes en la mente, detrás de las que corres y te preocupas cada día, nada quedará. Por mucho que te afanes, no te llevarás ninguna riqueza de la vida. Las realidades terrenales se desvanecen, como el polvo en el viento”.
Tradición con Historia
Ya que conoces el significado de las cenizas, tal vez te preguntes cómo inició esta tradición.
Desde el siglo VII se estableció el comienzo de la Cuaresma el día miércoles, para que este periodo imitara los 40 días de ayuno de Jesús en el desierto.
En Roma, los creyentes comenzaban su penitencia pública el primer día de Cuaresma. Ellos eran salpicados de cenizas, vestidos en sayal y obligados a mantenerse lejos hasta que se reconciliaran con la Iglesia el Jueves Santo o el jueves antes de la Pascua.
Aunque la anterior práctica quedó en desuso, existen registros que señalan que desde el siglo IX la Iglesia comenzó a usar cenizas como demostración pública del arrepentimiento de los pecados.
No fue hasta 1091 cuando la práctica fue formalizada. Ya que el Papa Urbano II decretó el uso de las cenizas para marcar el comienzo de la Cuaresma. Así comenzó a celebrarse el Miércoles de Ceniza.
Para todos los que quieran
Por su origen, la imposición de cenizas es un sacramental. A diferencia de los sacramentos, los sacramentales son de institución eclesiástica. Es decir, la Iglesia los ha creado. Por ello, sólo disponen para la gracia.
Esto significa, por un lado, que la imposición de ceniza no es obligatoria. Tampoco tiene que llevarse por un tiempo determinado. Aunque se recomienda asistir a Misa antes de recibir las cenizas, tampoco es necesario.
Por el otro lado, también cabe resaltar que cualquier persona puede recibir las cenizas. Incluso los no católicos pueden recibirlas. Ya que los sacramentales son como una oración para “preparar a recibir y disponer a cooperar con la gracia”, todos pueden recibirlos. Así que el Miércoles de Ceniza también puede ser una oportunidad para acercar a los no creyentes.
¿De dónde vienen las cenizas?
Tal vez te hayas hecho esta pregunta.
O tal vez pienses que es posible utilizar cualquier ceniza. No es así. Las cenizas para el rito de imposición provienen de una fuente especial.
De hecho, la ceniza que emplea el sacerdote el Miércoles de Ceniza procede de los ramos usados en el Domingo de Ramos del año anterior. Estos ramos, generalmente palmas y ramas de olivo, se rocían con agua bendita y se aromatizan con incienso. Luego de ser utilizados, se queman y la ceniza se guarda hasta el año siguiente.
Como con todo sacramental, sólo un sacerdote o diácono puede bendecir las cenizas. Sin embargo, los laicos pueden ayudar a realizar la imposición propiamente dicha.
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