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Ha terminado la fase del proceso electoral con la emisión del voto popular y los resultados preliminares, con una clara definición de las opciones partidistas para el siguiente período de gobierno, a nivel federal, estatal y municipal. A pesar de los muchos asesinatos previos y de algunos incidentes en el día de las votaciones, éstas transcurrieron en paz. Aunque creció el porcentaje de participación, llegando a un 63% a nivel nacional, y en algunos municipios rebasó el 90%, y a pesar de toda la propaganda que se hizo para que la gente emitiera su voto, todavía hay un elevado porcentaje que no lo hace, por indolencia, por falta de facilidades para hacerlo, como en los lugares más pobres y alejados de las casillas, o por definición ideológica.
Podemos estar o no de acuerdo con los resultados, satisfechos o no con las personas que fueron elegidas, pero ésta ha sido la manifestación de la voluntad popular mayoritaria, y en una sana democracia, esto es lo que cuenta. La mayoría consideró que se requería dar una oportunidad a quien parecería ofrecer una mejor alternativa para que cambie la situación en el país, y en eso hemos de fincar nuestra esperanza. Tengamos en cuenta, sin embargo, que los cambios no dependen sólo de una persona, ni siquiera de su equipo de trabajo, sino de todos nosotros. Aunque los elegidos quieran combatir la corrupción, la impunidad, la violencia y la inseguridad, estos males están en el corazón humano de los ciudadanos, y éstos los convierten en sistema corrupto y destructor.
¿Qué nos toca hacer ahora? Por una parte, dar un margen de tiempo a los elegidos, a partir de que tomen posesión de su cargo, para que pongan en práctica sus promesas. Por otra, colaborar en todo lo que podamos para mejorar al país, empezando por nuestras personas y familias. Y, ahora y siempre, hacer oración por quienes han sido elegidos, los del actual período y los del siguiente. Aunque a los incrédulos les parezca inútil la oración, nosotros tenemos mucha fe en su eficacia. Mientras Moisés oraba en el Sinaí, el pueblo derrotaba a sus enemigos. La oración hecha con fe, de acuerdo con el Reino de Dios, tiene una eficacia increíble.
Pensar
En su homilía del 18 de septiembre del año pasado, durante la Misa en Santa Marta, el Papa Francisco comentó lo que recomendaba el apóstol Pablo en 1 Tim 2,1-3: “Ante todo, ruego que se hagan súplicas, oraciones, peticiones y acciones de gracias por toda la humanidad, por los reyes y por todas las autoridades, para que podamos llevar una vida pacífica y serena, del todo religiosa y digna. Esto es bello y grato ante Dios, nuestro Salvador”.
Al respecto, decía el Papa: “El pueblo debe rezar por los gobernantes, y nosotros no tenemos una conciencia firme sobre esto. Cuando un gobernante hace una cosa que no nos gusta, decimos cosas feas; si hace una cosa que nos gusta, decimos: ¡Ah, qué bueno! Pero lo dejamos solo, lo dejamos con su partido, dejamos que se las arregle con el Parlamento. Nosotros no podemos dejar a los gobernantes solos; debemos acompañarlos con la oración. Los cristianos deben rezar por los gobernantes.
Alguno podrá objetar: ¿Cómo voy a rezar por éste que hace tantas cosas malas? Precisamente entonces tiene más necesidad. Reza, haz penitencia por el gobernante. La oración de intercesión es por todos aquellos que están en el poder, para que podamos llevar una vida calmada y tranquila. Todo el pueblo se beneficia de esto. Debemos crecer en esta conciencia de rezar por los gobernantes. Por lo tanto, es oportuno preguntarnos: ¿Rezo por todos los gobernantes? Y si encuentras, cuando haces examen de conciencia para confesarte, que no has rezado por los gobernantes, di esto en la confesión. Porque no rezar por los gobernantes es un pecado”.
Pero el Papa también recomendó a los gobernantes orar: “Es muy importante la oración del gobernante, tan importante porque es la oración por el bien común del pueblo que le ha sido confiado. Si no reza, se cierra en la propia auto-referencia, o en aquella de su partido, en ese círculo del que no puede salir; es un hombre cerrado en sí mismo. Pero cuando ve los problemas reales y tiene conciencia de que es subalterno, un gobernante reza, porque tiene la conciencia de que hay otro que tiene más poder que él”.
Actuar
No nos quedemos en criticar a los gobernantes. Si puedes, habla con uno de ellos personalmente, o mándale algún mensaje por algún medio, y compártele tus puntos de vista. No los dejemos solos. Necesitan nuestro consejo y nuestra fraterna corrección. Y sigamos el consejo del apóstol Pablo y del Papa Francisco: oremos por nuestros gobernantes. Pidamos al Espíritu Santo que los ilumine, los enderece, los sostenga y los impulse al desgaste de su vida, para bien de nuestro pueblo, sobre todo de los pobres. Y oremos también por quienes no fueron elegidos, para que sigan luchando por el bien común, demostrando así su amor a la patria.
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